El tenis, tuvo su origen en Francia, desde donde pasó a Gran Bretaña, para luego sufrir algunas modificaciones, y afianzarse entre las clases sociales más altas, que vestían blanco ropaje al practicarlo, razón por la que se popularizó su denominación como “deporte blanco”. Esto estaba sucediendo en las últimas décadas del siglo XIX, y como Inglaterra era un país con sucursales, pronto los raquetazos comenzaron a desembarcar en las colonias y países de su órbita, como el nuestro, que no era colonia británica, pero no porque nos faltara vocación, sino porque no hacía falta.
Capitales ingleses compraron y agrandaron en 1890 el Ferrocarril Oeste, que ya circulaba por Pergamino, y luego de la transacción pasó a denominarse F. C. Central Argentino. Las zonas ferroviarias, operativamente se dividían en distritos, y el nuestro era amplio, y estratégicamente muy importante. A comienzos del siglo XX, el ingeniero de distrito era mister Fred G. Nichum, quien alquiló una parcela de terreno, dentro mismo del ferro, para construir el primer “tennis court”. Así fue como el personal jerárquico del F.C.C.A introdujo la práctica local de este deporte, en un pequeño “Wimbledon”, que como la vieja tradición requería, era de césped, y estaba ubicado sobre calle Tucumán, donde actualmente funciona el área Inspección General, de la Municipalidad. Esto sucedía en 1924, y determinó que años después surgieran otras canchas, como las del Law Tennis, o la del club de empleados de la Usina de Electricidad, que aún se conservan sobre calle Biscayart, entre Italia y Urquiza.
Los años se sucedieron, y en nuestra comunidad, el tenis no pasó de ser el entretenimiento de una pequeña élite social, que deportivamente hablando eran como las primeras raquetas, es decir, de madera. Pero a finales de la década del 80, comenzó a mostrar aptitudes sorprendentes, una pibita que paradójicamente, no era la hija de un abogado, de un médico, ni de un próspero comerciante, no señor, ella era la hija de Orlando, el humilde cuidador de la cancha del Lawn Tennis. El tiempo siguió avanzando, y Paola Suárez dejó de ser una prometedora muchachita, para convertirse en una de las grandes figuras del circuito internacional, obteniendo importantes trofeos en singles, y convirtiéndose en la mejor jugadora argentina en dobles de todos los tiempos. No obstante, para un sector de nuestra muy paqueta y pacata comunidad, eso no fue suficiente. De ese modo, en los momentos de gloria, algunos prejuiciosos chichipíos se perdieron la oportunidad de sentir orgullo por pertenecer al mismo suelo que vio nacer a Paola, una talentosa muchacha, cuyo destino tuvo mucho que ver con las afición deportiva de los antiguos funcionarios ingleses del Ferrocarril Mitre…
Copyright © 2024 El Tiempo de Pergamino