El apellido Fachinat resuena en la historia de Pergamino: no solo por el hotel mítico que llevó su nombre y fue punto de encuentro familiar durante décadas, sino también por el legado de compromiso, vocación y afecto que atraviesa generaciones. Médico gastroenterólogo desde hace casi cuatro décadas, apasionado del deporte y profundamente dedicado a su familia, Roberto encuentra en sus hijas, su nieto y los vínculos construidos a lo largo de los años, el motor de una vida marcada por la armonía, el esfuerzo y los afectos duraderos que hoy comparte con EL TIEMPO.
¿Cómo recuerda su infancia y adolescencia? ¿Qué anécdotas familiares lo marcaron especialmente?
Nací en la clínica Pergamino. Viví mis tres primeros años en "El Socorro", donde mi padre Armando era médico y mi madre “Cuca” docente. A los tres años nos vinimos a vivir a Pergamino, en Mitre y Rivadavia y luego en Belgrano y 9 de Julio.
Soy el menor de tres hermanos varones. Vivimos una infancia y adolescencia hermosas, en una familia donde reinaba la armonía y las travesuras de chicos jugando a la pelota en la calle, andando en bici, ir al club Gimnasia, los veranos en la pileta de Viajantes, y fines de semana y vacaciones en el campo de una familia amiga.
Pero había un mandato familiar, sin imposición, implícito: ser lo mejor que podíamos como estudiantes. Los tres hermanos fuimos abanderados y escoltas de la bandera en primaria y secundaria.
Mi abuelo paterno fue el fundador del hotel Fachinat, donde tengo hermosos recuerdos de los almuerzos los domingos con toda la familia y las fiestas de fin de año donde se juntaban 50 familiares.
Cuando el colegio Nacional cumplió 75 años, a mi padre y a los tres hijos nos dieron un diploma por ser la única familia donde el padre y los tres hijos habían sido abanderados.
Mi adolescencia transcurrió entre libros e idas con amigos: Capote, Corchos, Fedra, Fenicia, los boliches de moda.
¿Cómo vive el presente y qué lugar ocupa la familia hoy en su vida?
Ejerzo mi profesión de médico gastroenterólogo en la Clínica Pergamino hace 38 años. He disfrutado de mi profesión todos estos años y he cosechado grandes amigos.
Tengo una gran pasión por el deporte, el cual practico desde siempre. Años de pádel y los últimos 25 de tenis, donde he hecho grandes amigos también.
Vivo un presente hermoso ya que fui abuelo de mi primer nieto, Rufino Batch, hijo de Agustina y Benjamín, con la gran suerte de que viven acá y los puedo disfrutar a diario. Mi hija Carla vive con Matías en Palma de Mallorca, España.
¿Qué metas personales y profesionales lo siguen motivando?
Mi gran satisfacción es la familia y la vida que hemos construido. Siempre pensando que hay mucho para hacer, pienso seguir teniendo proyectos laborales, familiares, deportivos por mucho tiempo más, que es lo que nos mantiene activos y vivos.
¿Cuál considera que fue el momento más emotivo o significativo de su vida?
Tengo dos hijas: Carla y Agustina. Sin dudas, sus nacimientos y el de mi nieto fueron los momentos más emotivos de mi vida.
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