Abogado, militante y vecino de Pergamino, forjado entre libros usados, convicciones firmes y cicatrices que enseñan. Su historia es la de alguien que no olvidó de dónde viene, y que sigue peleando —desde su oficio— por los que menos tienen.
Nacido en una familia trabajadora de Pergamino,Juanjo creció en un hogar donde el esfuerzo y la educación eran pilares fundamentales. Su padre, tornero egresado del Colegio Industrial, se ganaba la vida entre fierros, mientras su madre, ama de casa, hacía malabares para que todo alcanzara. Aunque la plata era poca, en su casa se invertía en formación: idiomas, música y sobre todo libros. La biblioteca Menéndez era fuente de conocimiento cotidiano, y una enciclopedia Espasa Calpe de segunda mano —incompleta pero valiosa— funcionaba como el “Google” de su infancia.
¿Cómo fue tu infancia/adolescencia? ¿Qué anécdota recordás de esa etapa?
La infancia estuvo marcada por mudanzas, casas chicas y barrios pegados a las vías en Barrio Trocha. La calle y la vereda de la estación eran nuestro patio: kartings de rulemanes, trenes pasando a metros y la plaza de ejercicios como escape y el arroyo. Había carencias, sí, pero también cultura: en casa se invertía en libros como si fueran lingotes de oro.
La adolescencia me agarró con una educación dura y la necesidad de ganarme un lugar. Ahí apareció la militancia en la Juventud Peronista: mucha mística, mucho barro y también decepciones. Aprendí que en la política hay ideales pero también hay rosca, miserias, egos y traiciones. Mi participación en la vida pública se extendió a centros de estudiantes, cooperativas, el municipio, el Partido Justicialista, comisiones de fomento y sindicatos.
La casa de mis viejos siempre fue de puertas abiertas para todo tipo de personas lo que nos permitió la riqueza de no quedarnos con lo endogamico social y aprender de muchas vertientes. Mucha gente pasó y dejó su impronta, sus costumbres, su cultura que fueron empapando mi formación.
Estudié siempre en la escuela pública y después Derecho en la UBA. Fue un sacrificio enorme: vivir en la facultad, estudiar de madrugada, trabajar de cadete en estudios jurídicos y no tener un mango en el bolsillo. Hubo gente que me dio una mano, como Aníbal Poracchia, pero la mayoría del camino lo caminé solo y a los golpes.
Fundé mi propio estudio y ahí sí me convertí en referente y para los que se iniciaban siempre tuve un lugar. Pasaron muchos colegas, con la mayoría tengo la suerte de mantener la cotidianeidad y un vínculo con buenos recuerdos. Entendí que armar un equipo es tan difícil como sostenerlo.
¿Qué recordás de la militancia por aquellos años?
La militancia política fue un espacio que me permitió conocer a grandes amigos y personas que fueron clave en mi formación. Por nombrar algunos de los que ya no están el padre Jorge Galli, Eduardo Cocconi, el "Pato" Bessone, "Tomate" Domínguez, el Vasco Otaegui, Claudia Aiello y muchísimos más, a quienes guardo con profundo afecto.
Reconozco que la militancia política en el peronismo fue y sigue siendo central en mi vida y aprendí que el poder ensucia, aunque igual creo que vale la pena pelear por los más desamparados y hoy lo hago a mi manera desde el ejercicio de la profesión defendiendo trabajadores.
¿Cuál fue el momento más importante de tu vida y cuál el peor?
En cuanto a los momentos más significativos de mi vida, el mejor fue, sin duda, cuando mis padres me vieron graduarme de la universidad como abogado. De los momentos difíciles que fueron muchos, solo conservo la experiencia y tengo la suerte de tener mala memoria.
Hoy, con años encima, trato de bajar un cambio. Estoy orgulloso de mis hijos y nietos, disfruto de tener todavía a mi viejo vivo y me obligo a no correr detrás de todo. Las cicatrices de la vida están, aunque no se muestren, derrotas y traiciones y momentos oscuros, pero prefiero no quedarme atado a eso.
¿Cómo te ves en el futuro?
Mi visión de futuro es simple: continuar siendo curioso, aprendiendo y cultivándome. Disfruto de las facilidades que nos brinda la tecnología para acceder al conocimiento. Soy el resultado de errores, peleas, militancia, estudio y terquedad. Si algo aprendí es que la vida no es lineal ni justa: hay que agarrarse de lo que venga y hacerlo funcionar y al mal tiempo buena cara.
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