Hace más de un siglo, Hipólito Yrigoyen instituyó el 12 de octubre como Día de la Raza. En 2010, durante el gobierno de Cristina Kirchner, pasó a llamarse Día del Respeto a la Diversidad Cultural. Me sigo quedando con Día de la Raza. No por nostalgia, sino porque entonces esa palabra no hablaba de supremacías, sino de una comunidad cultural hispanoamericana, de una herencia compartida de lengua, fe y valores. Era una forma de recordar que, más allá de las heridas, América y España forman parte de una misma civilización.
El viaje de Colón no solo cambió la historia, también transformó la biología del planeta. Desde 1492, personas, animales, plantas, ideas y enfermedades cruzaron océanos en todas las direcciones. Fue el inicio de una interdependencia global que alteró vidas, economías y culturas: la primera globalización. La papa, el maíz y el tabaco viajaron hacia Europa; los caballos, vacas, ovejas, cerdos, el trigo y la vid llegaron a América; y las enfermedades redibujaron el mapa humano. La viruela, el sarampión, la gripe y el tifo arrasaron poblaciones enteras que carecían de defensas naturales. Fue un cataclismo biológico.
Pero la historia de América también es la de los pueblos originarios que resistieron y siguen reclamando su lugar. El Papa Francisco los definió como guardianes de la tierra y de la memoria, y recordó que el verdadero reconocimiento no consiste solo en pedir perdón por los abusos del pasado, sino en escuchar hoy sus voces, sus derechos y su sabiduría sobre la relación con la naturaleza. Esa mirada no es un gesto de corrección política, sino un llamado a reconciliarnos con nuestras raíces, sin repetir viejos paternalismos ni negar los aportes que nos dieron forma como continente.
Pasamos de festejar la conquista a pedir perdón por ella, sin detenernos a comprender su magnitud. Renombramos la fecha, pero no reflexionamos sobre la historia. El 12 de octubre debería servir para mirarnos sin disfraces: para asumir que nacimos del conflicto, pero también del encuentro; que nuestra identidad no está en elegir un bando del pasado, sino en entender cómo de esa mezcla surgió lo que somos.
La historia no debería usarse como herramienta de discordia, sino como un puente de comprensión. Solo así podrá dejar de dividirnos y empezar, por fin, a integrarnos.
Hasta el próximo ...
En la noche del lunes, ...
Carlos Elizalde, Presidente ...
Copyright © 2025 El Tiempo de Pergamino