En memoria del 2 de mayo de 1982 y a 42 años del hundimiento del ARA General Belgrano durante la guerra de Malvinas, Luis Parra, sobreviviente del ataque, nos relata su experiencia a bordo de la nave.
Incorporado a la base naval de Puerto Belgrano el 3 de junio de 1981 y, luego de dos meses de instrucciones, lo trasladaron al crucero junto con otros marineros y cuatro pergaminenses: Eduardo Tomás Silva, Pedro Jorge Acosta y Carlos Fontana.
Tras el impacto de dos torpedos, lucharon por la supervivencia y evacuaron a las balsas asignadas. A pesar de las dificultades para abandonar el barco hundido, lograron escapar y esperaron 36 horas hasta ser rescatados por el Burruchaga.
Luis, con 19 años en ese momento, recuerda el rescate como un renacimiento y rinde homenaje a sus compañeros fallecidos y reafirma el reconocimiento a los héroes de guerra.
¿Qué recuerdos tenes de aquel momento?
Iba a ser la última operación del general Belgrano. No sabíamos que un submarino británico Conqueror seguía nuestra ruta de navegación debajo nuestro. El ataque se produjo a las 16:01, lanzó tres torpedos y dos de ellos impactaron en el buque. El primero en el centro, en la sala de máquinas, donde había más personal. El segundo, pegó en la proa y destruyó entre 10 y 15 metros. El buque quedó sin energía, los motores no se escucharon más, fue un silencio total. Luego, lo que hicimos fue salir a la cubierta principal a buscar las balsas que nos asignaban para el abandono del mismo.
Mi grupo fue el último en salir, porque estábamos casi tres cubiertas abajo y teníamos que subir por tres escaleras. El buque estaba en condición Zeta, eso significa que todo se cierra herméticamente y puede pasar una persona a la vez a través de un tambucho.
Cuando salimos, me dirigí hacia mi balsa, la número 36, y ví en el horizonte que muchas se habían alejado. Ahí fui hacia la proa y la ví destrozada y tomé conciencia de que habíamos sido atacados.
Mi balsa ya no estaba más, porque la gente la había desprendido y se habían arrojado el agua. Quedaba una al final de la popa del buque, le sacamos las amarras, la tiramos al agua e hicimos el abandono del lado estribor, del lado más alto, por eso costó tanto. Junto con un cabo atamos al buque una cuerda y los pocos que quedamos a bordo nos deslizamos a través de ella y cuando la ola traía la balsa, nos lanzamos con la suerte de caer dentro de la misma.
¿Hubo tiempo para recorrer el barco y asistir a los heridos?
Lo primero que hicieron los compañeros fue auxiliar a la gente que estaba herida y fueron los primeros que se les ayudó a llegar a la balsa. Lamentablemente, durante el naufragio, por su estado y por el frío, 24 personas fallecieron en la travesía.
¿Con cuántos compañeros compartían la balsa y cuánto tiempo estuvieron hasta ser rescatados?
Éramos 16 adentro, podíamos apretarnos y darnos un poco de calor ante el frío intenso que hacía, pero hubo balsas con menos soldados que fallecieron por hipotermia.
Estuvimos 36 horas hasta que nos rescató el Burruchaga, que fue el buque que más soldados rescató, que fueron 280 personas.
¿Cómo transcurrieron esas 36 horas y cómo fue el rescate?
El techo de la balsa estaba cubierto y tenía dos puertas con cierres que se rompieron por lo picado que estaba el mar y el fuerte viento. El agua entraba por un lado y salía por el otro.
Con esperanza, nos alentábamos uno al otro. Nunca me olvido del cabo Segundo Cabrera, que fue el que alentaba permanentemente. Yo había elegido el lugar de la puerta y, si la balsa se daba vuelta, tenía la idea de tirarme ya que no tenía salvavidas. Al tener una avería se nos desinflaba, pero nos ayudamos a mantenernos a flote con un pequeño inflador que teníamos. Además, tomamos una linterna de la bolsa de supervivencia y, durante la noche, empezamos a hacer señas a ver si nos veía algún buque de rescate. Y así fue, ocurrió con el ruido de ese motor, ese bendito motor de ese avión argentino que el piloto se tiró en pique para darnos la señal de que nos vio.
Luego, ví una pequeña luz que se aproximaba y nos volvió el alma al cuerpo.
Recuerdo que ese buque de rescate no podía parar los motores porque eran naves viejas y no se podían volver a encender, así que lo hicieron con los motores en marcha. Luego, nos llevaron hasta Ushuaia; nos dieron ropa camuflada, nos prepararon unos caldos calientes y volvimos a vivir.
Después, unos aviones nos llevaron hasta Comandante Espora y regresamos nuevamente al centro de incorporación y formación. Nuestro comandante nos había dado una licencia hasta el 14 de mayo, así que el día 7, mientras la guerra continuaba, yo estaba en Pergamino con mi familia.
Quiero destacar que, de los cuatro pergaminenses, Eduardo Tomás Silva quedó allá y, mientras tengamos vida, le rendiremos homenaje cada 2 de mayo, como también el 14 de junio a Aldo Omar Patroles, quien cayó en combate ese día. Siempre recordaremos a los verdaderos héroes, a los que quedaron de guardia permanente.
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