Julián Provenzano, contador de profesión y apasionado artista autodidacta, ha encontrado en la restauración de objetos en desuso su verdadera vocación.
Con un corralón de materiales en Pergamino, provincia de Buenos Aires, este creador ha logrado transformar scrap en arte, dejando su huella en el mundo artístico. Su viaje comenzó a los 8 años, cuando exploraba los campos en busca de tesoros oxidarse abandonados. Desde entonces, cada pieza encontrada le fascinaba y despertaba su curiosidad.
Casi tres décadas más tarde, ese amor por los objetos olvidados se materializó en una espectacular escultura de un caballo, que midió 2.50 metros de altura y 2 de largo, y fue vendida en la renombrada exposición de Scrap Art de Doha, Qatar, por 50.000 dólares. Este fue un gran paso en la vida de Julián, quien creció en una familia de inmigrantes italianos que llegó a Argentina escapando de la Primera Guerra Mundial y se asentó en la región montando sus propios comercios. Aunque decidió estudiar contabilidad por mandato y desconocimiento, obtuvo su título en 2009 y, paralelamente, se puso al frente del negocio familiar.
Mientras administraba el corralón, Julián también se dedicaba a la creación artística en su tiempo libre. A pesar de sus múltiples etapas de descubrimiento, que incluyeron la pintura, el dibujo y la madera, nunca pensó que podría vivir del arte. Todo cambió con un sueño inspirador justo antes de convertirse en padre. Imaginó un majestuoso caballo y, sin dudarlo, comenzó a construirlo a partir de la chatarra, culminando su obra con una patente de auto que un cliente le regaló.
La escultura fue compartida en redes sociales y pronto recibió una invitación inesperada para exponer en Doha, que inicialmente pareció una estafa. Sin embargo, tras meses de negociación, la exposición se hizo realidad y Julián presentó una serie de diez obras, incluidas su famosa escultura. Ahora, con el crecimiento de su carrera artística, ha culminado otra obra impresionante, llamada "AngeLito". Esta escultura, que rinde homenaje a su padre, mide 3 metros de alto y 2.5 metros de largo, utilizando piezas del tractor favorito de su padre, un símbolo de amor y conexión familiar.
Hoy, Julián Provenzano es un referente del arte contemporáneo en su localidad, y con cada escultura, su sueño de vivir del arte se vuelve más palpable. "Ojalá pronto pueda vivir de lo que amo", afirma, con la determinación de seguir transformando el mundo de la chatarra en verdaderas obras de arte. Su historia es un inspirador recordatorio de cómo la pasión y la perseverancia pueden llevar a la realización de los sueños más profundos.
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